Serendipia | Capítulo 8: Hakuna Matata

El mundo está repleto de fuerzas opuestas que al mismo tiempo son complementarias. Sin embargo, muchas veces no estamos conscientes de esto. La muerte es un proceso sumamente doloroso para aquellos que la hemos presenciado, pero es gracias a esta es que surge la vida. Del silencio nace el sonido y de la oscuridad, la luz. Siempre debe de haber un final para que comience algo nuevo y también hay un inicio para cada fin.

Al tocar la puerta en la casa de Camila ese día, sabía que estaba comenzando un final y decidí que si iba a ser el final de algo tan valioso como mi oído por lo menos debía de ser uno muy bueno.
-¿Qué haces aquí?- dijo Camila mientras intentaba acomodar su cabello y ocultar el hecho de que no estaba usando brasier al mismo tiempo.

– Ya te dije, vengo por ti. Cámbiate, ya nos vamos. – dije entre risas.
– Pero es que a ¿dónde vamos? Y Mitra, tengo examen mañana, hoy no puedo ir a ningún lado…
– Hakuna Matata.- respondí.
-¿Cómo?- dijo confundida.
-Dije, Hakuna Matata. Yo también tengo examen mañana pero sin preocuparse es como hay que vivir.- dije cantando la última frase. Camila soltó una carcajada y dijo “esto no es un musical Mitra” arruinando mi escena.
-El punto, es que nos vamos a ir.- le dije serio.
-Bueno ¿Qué llevo?- dijo sonriendo.

Conducimos por 2 horas hasta llegar a las cascadas del Salto del Gavilán. Esas dos horas estuvimos escuchando música de todo tipo y cantando a todo pulmón. Casi al final del trayecto, me di cuenta de que en un mes ya no podría volver a hacer eso nunca y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Intentando disimularlo, abrí la ventanilla del coche y fingí que algo me había entrado al ojo. Camila se acercó y me revisó con cuidado, tanto cuidado que estoy seguro que en ese momento supo que algo andaba mal.

Continuamos lo poco que nos quedaba de trayecto en silencio, ambos teníamos mucho en que pensar pero cuando llegamos, la vista rápidamente nos regresó a la realidad.

Nos volteamos a ver al mismo tiempo y salimos del coche disparados, no tomamos en cuenta que el agua estaba helada y que muy pronto correríamos de regreso. Después de unas buenas carcajadas, volvimos a intentarlo y poco a poco logramos sumergirnos en el río. Camila encontraba fascinante todo aquello que yo ya daba por sentado, se detenía a sentir la textura de las rocas y se maravillaba al encontrar un pez; presenciar eso me llenaba de vida, sin siquiera darse cuenta, ella me estaba regalando sus ganas de vivir.

Al cabo de unas horas, decidimos que era tiempo de sacar los sándwiches que Camila había preparado esa mañana para comer, nos sentamos a un lado del río y decidí entregarle su segunda sorpresa.

-Oye, tengo una sorpresa más.
-Ay no Mitra ¿Cómo crees? Este día ya estuvo suficientemente lleno de magia y sorpresas.
-Falta la más importante.- dije emocionado mientras corría al coche. Agarre los chapulines que había escondido en la puerta trasera y se los di.
-Esto si que es el verdadero Hakuna Matata.- no pude evitar soltar una carcajada ante su cara de asco.
-No.- dijo.

-¡Camila! Los chapulines son una fuente buenísima de proteínas, además, saben a pollo.
-Son insectos disecados.- su cara no había cambiado desde que se los entregué y me era imposible no continuar riendo.

-Por favor, uno ¿por mí?- intente hacer ojos de borreguito extraviado y ante eso gruñó y tomó uno con los dedos.
-¡Bruce! ¡Bruce! ¡Bruce!- comencé a gritar, esperando que recordara la película de Matilda pero Camila parecía muy concentrada en no vomitar, se metió el chapulín a la boca y cuando más parecía que lo iba a escupir, lo masticó.

-La verdad no están nada mal eh.- como no esperaba esa respuesta la abracé y vi como sus mejillas comenzaron a enrojecerse. Aprovechando la oportunidad, me acerqué hasta rozar sus labios y la besé. El beso fue tierno, un poco incómodo tal vez, pero perfecto a su manera. Nos reímos y comenzamos el trayecto de regreso.

Eran las 5:30 cuando la dejé en la puerta de su casa, a pesar de que había sido solo un día, yo sentía como si acabara de pasar las mejores vacaciones de mi vida.

-¿Nos vemos pronto? – preguntó tímidamente mientras se acercaba a su puerta.
-Más pronto de lo que crees.- respondí.

Entró a su casa y mientras me acercaba al coche escuché que la puerta se volvió a abrir, volteé y Camila estaba corriendo hacia mí.
-¿Se te olvidó algo?
-Un beso.- respondió justo antes de juntar sus labios con los míos.

 

Alejandra Hernández Aguirre
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