Desde pequeña me han intentado amoldar a esquemas ajenos, obligándome, de alguna manera, a ser perfecta, sí, una mujer agradable, atractiva, comportada, sin fisuras, una mujer adaptable, rígidamente irreprochable. Casi casi, inhumana.
Se les olvida que esta vida que me tocó vivir, ¡es mía! Que no vine a tratar de agradar a nadie, ni a cumplir expectativas ni sueños ajenos, mucho menos a fingir ser perfecta. He venido a este mundo a ser feliz, a cometer errores, a crear mis propios límites, vivir mis propios sueños y cumplir mis expectativas. Por lo que hoy me doy permiso para no agobiarme la vida intentando ser una persona excelente. Porque no, no soy perfecta, pero ¿y qué? Nadie lo es, por lo que no tienen derecho de juzgarme. Ni a mí, ni a nadie más.
Mi propósito de vida lo llevo dentro de mí, escrito en mi corazón y es único e irrepetible. Y es tan irreverente, que sin pedir permiso, se aprovecha de mis carencias, debilidades, habilidades y fortalezas para transformarlas en algo grandioso. Son precisamente esos propósitos los que me provocan las emociones más intensas, las que me definen como ser humano.
Porque aunque me equivoque, siempre estoy aprendiendo, viviendo las consecuencias de mis errores y poniendo las cartas sobre la mesa, para con eso negociar. Me ha costado media vida entender que lo realmente estúpido, no es cometer errores, sino no hacer nada para solucionarlos.
Aprender nos vuelve mejores personas y es lo que hace que la vida realmente merezca la pena ¿Cuál sería la emoción si nunca nos equivocamos? ¿Dónde quedaría el aprendizaje? Sé que hay errores que muchas veces lamentamos, pero quizá en el momento nos pareció la elección más acertada, en todo caso, lo peor sería no intentar hacer las cosas y paralizarnos por miedo. Yo prefiero equivocarme, perdonarme y comprometerme a hacerlo mejor en el futuro y no pensar en lo que hubiera sucedido si no me atrevo.
Sí, rechazo mi derecho a ser perfecta como los demás quieren sin sentirme culpable, porque no nací para ser víctima de nadie. Porque esta vida me pertenece, es mía y como tal, la manejo a mi antojo y hago con ella lo que quiero. Y no me importa si me juzgan por ser lo que soy. Porque como tú y como todos, cuando me equivoco, busco siempre levantarme, iniciar de nuevo y seguir mi camino.
Me encanta lo que llevo dentro, amo mis espinas, mis limitaciones, mis cicatrices. Amo mi parte oscura, mi inquietud, mi falta de vocación a la santidad. Amo mi rareza, mi locura y mi libertad. El ser intensa y un poco solitaria. Podría lamentarme y compadecerme por ser así, pero no, así soy perfecta. Me amo infinitamente y amo mis imperfecciones… ¡siempre!
Y aquél que se enamore de mí, sabiendo y aceptando lo que soy, porque sabe qué es lo que me hace única y especial, es a quien sin dudarlo, le ofrecería un espacio en mi corazón y en mi vida, porque seres vacíos, superficiales son criterio que buscan herir, no merecen nada de mí, ni siquiera mi indiferencia.
Con todas mis imperfecciones he descubierto lo maravillosa mujer que hay en mí, porque no busco ni pretendo ser lo que no soy, pero sí todo lo que quiero… La extraordinaria protagonista de mi vida.
Por: Karla Galleta