Serendipia | Capítulo 6: Sentimientos

Capítulo 6

Sentimientos

Mi madre estudió psicología, pero trabajó en muchas cosas durante su vida. Fue maestra de yoga, masajista, escritora (bueno, escribía los horóscopos para una revista) y músico terapeuta.

Durante esta última etapa, mi madre me regaló un pandero y me dijo que lo tocara cada vez que se desarmonizaran mis sentimientos, nunca quise utilizar el pandero pero cada vez que veía a Camila sentía el efecto que tanto describía mi madre, ella armonizaba mis sentimientos.

-¿Mi madre te llamó?-  dije mientras dejaba pasar a Camila a mi departamento.

-No, soy una acosadora e investigué tu dirección por Internet.- volteó a verme entre risitas que se esfumaron ante mi cara de incredulidad.

-Está bien. Sí, Viv me llamó.

-¿Te lo dijo?- No me atrevía a decirlo en voz alta.

-¿Qué cosa?- dijo verdaderamente intrigada.

-Nada, siéntate ¿Qué te dijo mi madre entonces para hacerte venir aquí?

-Pues, no mucho…

Camila después me contó cómo fue esa conversación con mi madre…

El teléfono de Camila comenzó a sonar.

-¡Hola señora! ¿Cómo está?- contestó Camila alegremente.

-¿Tienes donde apuntar? – dijo mi madre al estilo 007.

-¿Qué? ¿Para qué?- dijo Camila asustada.

-¿Que si tienes donde apuntar?- Mi madre nunca se salía de su papel, no importaba si ella era la única divirtiéndose.

-Sí… ¿está todo bien, señora?

-Apunta entonces.- dijo amenazante.

Camila todavía conservaba la servilleta en la que había apuntado mi dirección, pizza hawaiana, 8 pm y mejor sonrisa.

-Pues, no mucho- dijo con cara de persona amenazada.

Me reí y abrí la caja de pizza.

-¡Hawaiana! Es mi favorita ¿Cómo supiste?

Se rió.

-Adiviné.- dijo agarrando la primera rebanada.

Saqué unas cervezas que tenía guardadas y las palabras comenzaron a fluir. Éramos prácticamente extraños a pesar de que sintiéramos que ya nos conocíamos de toda una vida. Camila tenía 21 años y estaba a punto de terminar su carrera de diseño, me lo probó en un dibujo que hizo en una servilleta; tenía tres hermanas y ella era la penúltima. Su madre tenía Parkinson avanzado, por lo que casi nunca salía de su casa, y su padre era cirujano. Al hablar de la enfermedad de su madre, sus ojos se llenaron de lágrimas, como si supiera que a su madre no le quedaba mucho tiempo.

Yo le hablé de mí, que mi padre murió cuando tenía 12 años, mas no quise entrar en detalles. Le conté que también me faltaba poco para terminar mi carrera en sistemas y que estaba nervioso por eso. Que era hijo único y que en mis momentos de soledad sentía que me hacía falta un hermano.

– Dime tus 5 canciones favoritas.- ya estaba borracho y le hablaba muy cerca de su cara.

– ¿Para qué?- claramente, ella también estaba borracha.

– Solo dime.

– Mmm… creo que serían: Fix you, Deseos de cosas imposibles, Somewhere over the rainbow, Lost in Love y Hakuna Matata.

En ese momento decidí como pasaría mis últimos días antes de perder el oído.

 

Alejandra Hernández Aguirre
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