Tu vida se divide en un antes y un después, jamás olvidarás ese tortuoso momento en el que corriste al baño con una prueba de embarazo y sentías el corazón saliéndose de tu pecho.
Durante los 3 minutos de espera le prometías a todas las divinidades posibles que si salía negativo jamás lo volverías a hacer pero… un positivo definió tu destino para siempre.
Por tu cabeza sólo pasaban pastillas abortivas, menjurjes caseros, clínicas clandestinas, ¡Mis papás van a matarme!, ¡Mi vida está arruinada!, mientras llorabas desconsoladamente, pero al mismo tiempo una extraña sensación se iba apoderando de ti, un sentimiento que por un segundo te llenó de calma: hay un ser dentro de mi.
Se lo dijiste a tus padres, los días pasaban, ellos lloraban, te recriminaban y te recordaban que tu vida ya no sería la misma, pasabas tus días llorando, vomitando y tratando de ocultar lo que ya era evidente. Dejaste el alcohol, los cigarros y los amigos, te odiabas y al mismo tiempo acariciabas tu panza soñando en el futuro que te estaba alcanzando.
No estabas preparada, con cada contracción sentías cómo la vida se reía de ti, pero también jamás te habías sentido tan fuerte y poderosa, y como si el tiempo se hubiera detenido y todo a tu alrededor hubiera desaparecido, tus ojos se encontraron con los suyos y en ese momento supiste que todo tenía sentido.
No elegiste ser madre pero hoy lo eres, el miedo te invade a menudo pero sabes que si fuiste capaz de amar a alguien sin conocerlo, eres capaz de lo que sea.