Las mujeres siempre queremos gustarnos a nosotras mismas, por eso lo peor que nos puede suceder, es que subamos de peso repentinamente a falta de ejercicio y una mala alimentación. Cuando esto nos sucede (lo digo por experiencia), comenzamos a sentirnos incómodas, además hacemos y decimos cosas que en ocasiones son vergonzosas.
1. Queremos seguir usando nuestros viejos pantalones.
Aunque las lonjitas se nos salgan, nosotras sentimos que si los apretamos y aún pueden cerrar, nadie notará esos kilos de más que traemos encima. ¡Grave error!
2. “Gordita, pero feliz”.
Lo peor que nos puede llegar a pasar, es cuando nos mentimos a nosotras mismas. Cuando yo pesaba 83 kg decía que era feliz, pero por dentro sabía que mi deseo era tener un mejor cuerpo. Todo cambio hasta ese día que entendí que si seguía con esa idea, sin sentirlo en realidad, terminaría afectándome a mí misma. Es difícil pero sí se puede, ten en cuenta que ayuda mucho ir con un psicólogo.
3. Te niegas a comprar nueva ropa interior.
Las panties terminan quedándote como tanga y los bras se podrían convertir en un arma mortal si se llegan a reventar.
4. Nos negamos a tomarnos selfies de otra manera que no sea con la cámara arriba.
Sólo así podemos disimular la papada y esos gorditos que se hacen en nuestro cuerpo.
5. “No por comerme estas papas fritas voy a engordar más”.
Algunas chicas no podemos parar de comer, y la verdad es que pensamos que un chocolate más o unas papitas más, no harán la diferencia. Necesitamos aprender a que nuestros antojos sean de fruta con limón o algo más sano.
6. Creer que cuando queramos, vamos a poder volver a nuestro peso ideal.
La mayoría de las mujeres que hemos subido de peso de un momento a otro, pensamos que en cualquier momento, con un poco de ejercicio y tomando agua, vamos a regresar a tener esa figura a la que estamos acostumbradas. Regresar a nuestro peso ideal es mucho más difícil que subirlo, así que no pongamos excusas y ¡manos a la obra!
7. Comenzamos a criticar a otras mujeres por cualquier cosa.
El cerebro es poderoso, y como mecanismo de defensa a veces nos comienza a traicionar y provoca que critiquemos de cualquier cosa a otras mujeres. Les buscamos desperfectos aunque estén lindas o hablamos mal de ellas para no sentirnos mal.
8. Pones pretextos terribles para no ir al gimnasio o hacer ejercicio.
“Es muy caro (aunque tengas dinero para pagarlo)”, “No tengo tiempo”, “No tengo ropa adecuada”, “Tengo mucho trabajo y mucha tarea”. Negarse a querer hacer ejercicio con cualquier pretexto no es una buena señal. Recuerda que tu cuerpo es prestado y si no lo cuidas, quien sea que lo haya creado, lo pedirá de vuelta.
9. Si tus papás o hermanos te dicen que subiste de peso, tú te enojas.
Es lógico que no te guste que te hagan ver lo que tú ya sabes, pero también ten en cuenta que esto lo hacen porque se preocupan por ti.
10. Culpamos a nuestras hormonas.
Puede suceder que sea por eso, pero sólo en casos muy claros y específicos. No culpemos digamos que son las hormonas cuando pasamos todo el día comiendo y acostadas.