La ansiedad no pide permiso, llega como ex tóxico con ganas de drama, no hay tiempo para respirar en flor de loto. Hay que actuar…
Método cavernícola:
Agárrate la cara con agua fría, mete la cabeza al refri, chúpate una mentita. Lo físico jala cuando la mente se pone creativa con el sufrimiento.
Tus manos pueden engañar al sistema nervioso:
aprieta una muñeca, luego la otra, frótate los dedos, aprieta puños cinco segundos. Tu cuerpo dice “okey, no estamos en guerra”.
Rompe el bucle con una frase fea pero realista:
“Esto es real, pero no es eterno ni peligroso”. Escríbelo. Léelo. Tu ansiedad miente, tú no le sigas el juego.
Escáner express:
¿Dónde está la ansiedad? ¿Pecho, garganta, manos? Solo obsérvala. Como nube gris: si la ves pasar, no se hace tormenta.
Silencio no es paz si tu mente grita:
Cero música cortavenas. Piensa en frutas, cosas azules, canciones tontas. Rompe el trip. Sal del túnel.
Y por favor grábate esto:
respirar no es sanar, pero es el paso uno. Tener ansiedad no te hace débil. Te hace humana. Punto.
Nombrarla la baja de su nube:
no digas “estoy bien”, di “esto es ansiedad”. Así el cuerpo no se inventa un apocalipsis que no existe.
No necesitas explicarlo, necesitas sobrevivirlo y si esto lo estás leyendo mientras sientes que vas a explotar: respira.
No estás sola. No estás rota. Estás aquí. Y eso ya es un ENORME logro.