Serendipia | Capítulo 5: Servicio a domicilio

Capítulo 5

“Servicio a Domicilio”

Y a pesar de que tantas veces le he pedido al tiempo que se detenga, solo para dejarme respirar un momento; él continúa su camino, sin siquiera voltear a ver todo aquello que dejó atrás.
Ya ha dejado a mi padre, a mi infancia y muchas ilusiones. No estaba listo para que dejara a mi oído también.

-¿De qué está hablando?- le dije al doctor lleno de rabia.
– Lo lamento Mitra. El tumor es incurable y de rápido crecimiento.
-¡¿De qué está hablando?!- grité.

Mi madre atrapó entre sus brazos toda mi ira, yo me movía con fuerza, quería golpear algo o a alguien pero ella aguantó hasta que mi rabia se convirtió en una tristeza abrumadora, me deje caer en sus brazos, envuelto en un llanto desgarrador. Mi madre me abrazó con fuerza como si de ella dependiera que no me partiera en pedazos.

El doctor le explicó todo a mi madre mientras yo seguía en estado de shock. No podía dejar de pensar que nunca volvería a escuchar música, risas, pájaros cantando. Nunca volvería a escuchar a un bebé, ni siquiera conocería la voz de mis propios hijos. Todo se derrumbaba.

Cuando mi madre me vio un poco más tranquilo me explicó que el tumor, por ser intercraneal, era inalcanzable para un cirujano y que los primeros síntomas comenzarían a aparecer aproximadamente en el plazo de un mes. Me dio unos medicamentos y salimos del hospital.

De camino a mi casa, mi madre iba conduciendo y notaba que continuamente me volteaba a ver mientras yo evitaba su mirada recargado en la ventana del asiento delantero.

– Hijo, esta es solo una prueba. Ya verás cómo te recompensa el universo.- dijo mientras me tomaba de la mano.
– Déjate de estupideces, Viv.

En cuanto llegamos a la casa le insistí a mi madre que se fuera. Ella vivía en Colima, con su novio, un estadounidense que nunca superó su etapa hippie llamado Jeff, y muchos gatos. Mientras yo vivía solo en Guadalajara para poder asistir a la universidad.

– No me cuesta nada quedarme unos días más.
– Necesito estar solo, por favor.- al escuchar esto, vi en los ojos de mi madre como se le partía el corazón. Antes de irse me preparó muchas cosas de comer y las metió al refrigerador.
– Recuerda que puedo venir en cualquier momento.- dijo antes de salir de la puerta, con los ojos llenos de lágrimas.
Asentí y le di un abrazo.-Gracias.

En cuanto se fue mi madre, busque en Internet: las mejores canciones de todos los tiempos. Encontré una lista de 100 canciones por la revista Mojo, comencé a escuchar, una por una, todas las canciones. Al final, me di cuenta que prefería escuchar MIS canciones favoritas, así que eso hice.

No sé cuántas horas llevaba cantando y llorando al ritmo de mis canciones favoritas cuando sonó el timbre. Irritado, fui a abrir la puerta. Era Camila, con una pizza en sus brazos.
– Servicio a domicilio.- dijo sonriendo de oreja a oreja.

 

Alejandra Hernández Aguirre
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