Estar a dieta es como una relación de pareja, requiere tiempo, esfuerzo, resistencia y más que nada llevarte bien con ella aunque a veces duela. Sin embargo a veces pasamos por varias situaciones (no incómodas) pero sí graciosas si las vemos desde otra perspectiva:
Tu estómago pide auxilio
Como tú no le haces caso a sus “necesidades” de antojitos, pide ayuda y te delata con otras personas, rugiendo y haciendo ruidos lo más fuerte posible ¡Que osoooo! Y lo peor es que se espera a que todo este en silencio para ponerte en ridículo.
Ver a tu nutriólogo es peor que ir por tus calificaciones parciales
Ir con el nutriólogo se vuelve tan traumante cómo ir por tu promedio a la escuela, porque no sabes si te fue bien o estás valiendo poop.
La comida que no puedes comer se ve más deliciosa de lo normal
Estás comiendo con tus amigos o familia y alguien saca una bolsa de frituras, no logras evitar hacer cara de cachorrito con hambre.
Todos te preguntan si estás a dieta
Si comienzas a verte más delgada, no falta el metiche con esa pregunta tonta “¿Estás a dieta?” y no siempre es muy cómodo admitirlo. Pero bueno al menos el metiche cumplió la misión de hacerte saber que vas por buen camino.
Fingir estar satisfecha
Terminaste de comer y pones cara de “Uuyy ya me llené, no quiero postre gracias”, pero por dentro tu estómago y tu corazón te dicen “¿Cómo te atreves?”.
La señora de las empanadas te acosa
No importa a donde vayas o qué estés haciendo, siempre estará esa señora cerca de ti, sonsacándote e intentando corromperte con sus deliciosos y engordadores productos.
Comes a escondidas
Encuentras un chocolate en tu alacena, volteas a ver si no hay nadie cerca y te lo comes rápido ¡Por favor no seas paranoica! como si alguien te fuese a regañar o estuvieras cometiendo el más grande de los delitos.
La báscula se vuelve tu enemiga
No importa cuánto te esfuerces o si te ves más delgada en el espejo ¡la maldita báscula no coopera! seguirá diciéndote que pesas lo mismo (si no es que más) y se burlará de ti por siempre.