Hace unos meses me convertí por primera vez en mamá, muchas cosas han sucedido desde entonces y aunque por supuesto amo a mi hijo y es una gran bendición en mi vida, también necesito aceptar que por mi cabeza han llegado pensamientos que en ningún libro me dijeron podrían pasar.
Hoy necesito desahogarme y de manera anónima confesarles algunas cosas, pensamientos y verdades que me suceden desde que mi pequeño nació. Estoy segura que a la mayoría de mujeres les pasan, pero no muchas se atreven a confesarlo… Si es así, posiblemente te identifiques conmigo.
– Una vez que tuve a mi bebé, lo que menos quise volver a ver, fueron mis prendas de maternidad.
– Antes de que naciera, yo rogaba a la vida que no sacara los genes feos de la familia de su papá.
– Odio cuando mis suegros o mis papás me quieren decir cómo cuidar o educar a mi hijo.
– Me desespera tener visitas que quieren conocer a la bebé. Lo único que quiero es dormir.
– Hay veces en las que me echo a llorar por la desesperación de no saber por qué llora.
– Hay veces que aunque no lo quiera, me pregunto si fue buena idea tener un hijo… ya que muchas veces me da miedo no poder con esa responsabilidad.
– Me volví extremadamente insegura con mi cuerpo después de tenerlo. Tocar mi abdomen y no sentirlo duro (como alguna vez lo tuve) me hace sentir cero sexy.
– Durante mi embarazo nunca se me despertó ese “instinto” maternal del que muchas mujeres hablan. Lo único que quería era que ya saliera y me dejara volver a valerme por mí misma. Hoy ya se me despertó, aunque la verdad tardé un poco en sentirlo.
– Llevo 4 meses de no tener relaciones con mi esposo, y la razón es simplemente porque no me dan ganas… Posiblemente sea al desgaste físico y mental por el que a diario paso.
– Debo confesar que me he sentido muy culpable cuando por mi mente pasa la posibilidad de no amamantarlo naturalmente y mejor hacerlo de manera artificial.
– Admito tener unas ganas locas de regresar a mi trabajo, aunque eso signifique pasar menos tiempo con mi hijo.
– Me hace sentir triste el hecho de que ya no tengo tiempo para mí. Para ir al estilista, hacer ejercicio, salir con mis amigas. El hecho de no poderme ni meter a bañar cuando él y yo estamos solos, me causa una inmensa impotencia.