Aunque no lo creas, los dulces también van dejando una huella en todas las generaciones. Si tú viviste tu infancia en los 90’s, no me dejarás mentir que esto era lo que traían adentro todas (o la mayoría) de las bolsitas de dulces.
Gomitas.
Ni creas que venían empaquetadas o algo por el estilo. Nada más las aventaban ahí en la bolsita con todos los dulces, así que tu bolsa terminaba llena de azúcar por todos lados.
Paletas Tutsi Mini.
No me dejarán mentir, de éstas venían una 2 o 3. Odiabas con toda tu alma de niño que entre todas esas no te tocara una de uva o chocolate.
Paletón Corona.
¡Noo! Para mí eran lo peor. Siempre tenían que venir aplastadas. Pero bueno, aún así sabía delicioso, mucho más que la paleta payaso.
Brinquitos (o dragoncitos).
Un clásico, te emocionaba comerlos y empezar a sentir las burbujas en tu lengua, siempre la sacabas para presumirle a los demás, como si eso no fuera asqueroso.
Chicles de bola.
Estos también venían aventados entre la bola de dulces, eran los que te comías cuando ya se te había terminado todo lo demás.
Cacahuates.
Los favoritos de mi papá, siempre se los comía él. Yo no sé porque los adultos se empeñaban en poner eso en nuestra bolsita, a ningún niño en su sano juicio le gustaban.
Juguitos.
En las fiestas más pro te ponían un juguito, ya sea en forma de oso como éste o si te iba súper bien un frutsi.
Chiclosos.
Había de muchos tipos, pero lo que nunca comprendí es porque mi mamá odiaba que me los comiera. Si los papás no quieren que comas chiclosos porque se te quedan pegado a los dientes ¿por qué los ponían en las bolsitas?
Bombones.
Cuando eran de los grandes venían sueltos y aventados entre la bola de dulces. Pero cuando eran de los mini, venían en su bolsita individual ¡Siempre fueron mis favoritos!
Dulces de fresa.
Como 8,000 en cada bolsita, siempre terminaba regalándoselos a mis papás de tantos que venían.
Bocadín.
El Bocadín es como el Chabelo de los dulces, siempre ha estado ahí y siempre lo estará.
Fritos rojos.
Era el tesoro de toda la bolsa de dulces, era lo primero que buscabas al abrirla. Y si te tocaban unos de estos te sentías el más afortunado del universo.
Naranja.
Si la bolsita pesaba, ya sabías por qué era. Y obviamente jamás te la comías.
Duvalín.
Jamás te venía con la palita. Rogabas que te saliera el de chocolate y no el de fresa.
Chicles.
Venían en todas estas presentaciones y todos estaban más duros que una nuez con cáscara y no les duraba el sabor.
Dulces de Soda.
Cómo olvidar el centro que burbujeaba en la boca.
Sugus o Winnies.
Venían por millones y los que más te gustaban siempre eran los de uva.
Paleta Sandía.
En las fiestas de los ricos venía esta paleta de sandía. En la de los medio ricos, la de elote. Y en la de los pobres, la paleta sandía, pero sin chilito. ¿A poco no?
Mazapán.
Siempre les decíamos mazapanes, pero la verdad es que eran estos. Venían hechos migajas pero eso jamás te detuvo, ya tenías la técnica hasta para lamer la envoltura.
Tutsi.
Otra de los clásicos. No sé, pero a mí nunca me gustaron. De hecho me gustaba más el comercial donde salía el búho, que la paleta misma.
Velitas.
Eran completamente deliciosas y nunca sabías cómo comerte la parte de en medio.
Tamborsitos.
Que en realidad siempre se llamaron tamborines, pero por alguna extraña cosa de la vida se deformaron a tamborsitos. Eran de los dulces más preciados.
Pulparindo.
Todos, pero absolutamente todos, primero lamíamos el azúcar glass que tenía encima y luego nos comíamos el tamarindo.
Gelatina en bolsitas.
De esos dulces extraños que te fascinaban cuando eras niña, pero que hoy ya no se te hacen tan apetecibles.
Gansito.
A mi jamás me pasó, pero cuenta la leyenda que si te iba muy bien con la bolsita de dulces, podías encontrar dentro el tesoro más grande de un niño: ¡un gansito”.