1. Calidad o nada
Si vas a empezar, no te vayas por lo baratito. Invierte en pinceles decentes, acrílico bueno, monómero que no huela a químico de panteón, y tips que no estén encorvados como garras del infierno. Si lo haces bien desde el inicio, tus clientas lo notan. Y si no… también.
2. No te llenes de tiliches
Evita el impulso de comprar 40 geles neón y 12 glitter chunky. Compra lo básico y punto. Más vale tener lo justo pero top, que tener un cajón lleno de productos que ni sabes usar.
3. Capacitación de verdad
No cualquier cursito con PDF y sticker de “certificado” vale. Necesitas un curso donde te enseñen: sellado, control de acrílico, limado, grosor, y a sobrevivir al mundo de las clientas “no me duró ni dos días”. Si no te enseñan eso en un mes… sal corriendo, hermana.
4. Practica, aunque llores
Tres veces por semana mínimo. Si ya tienes buena base, la práctica sí hace a la nail queen. Si no, estás perdiendo tiempo y dinero. Así que saca tiempo, aunque sea en la madrugada o en tus descansos.
5. Practica en ti (sí, aunque te tiemble la mano)
La práctica real no es en manitas de plástico ni en dedos de muñeca creepy. Es en tus propias uñas. Así sabrás si tu técnica aguanta el día a día o si se cae al segundo round con el trapeador.
6. Oídos sordos a los venenos
Tu mamá, tu prima, tu suegra, tus colegas culebritas… todos van a opinar. Ignóralos. Nadie mejor que tú sabe lo que estás construyendo. No estás loca, estás emprendiendo.
Y ya. Éntrale sin miedo. Las uñas no se ponen solas y la clientela no cae del cielo. Practica, capacítate y date tu lugar. El dinero y las uñas llegan solas cuando haces las cosas bien.