Sé que te ha pasado. Sé que temes volver a casa sola. Sé que has temido encontrarte con algún desconocido al otro lado de la calle, y que al momento has notado cómo los nervios hacen que te tiemblen las manos y te arda la cara. Luego puedes pensar, qué tonta, no era para tanto, pero tantas veces nos han contado que sí lo era…
Sé que vas con las llaves en la mano ese día que no tuviste la suerte de volver con alguien. Y con el número de tu padre marcado, por si acaso. Incluso sé que más de una vez has tenido que darte una carrera porque notabas alguien cerca. Sé que tienes miedo. Y que vas mirando por todos los rincones por si hay por ahí algún loco suelto que quiera acabar mal tu noche. Y sé que tiemblas al cruzar mirada con alguno de ellos. Porque que sabes qué puede pasar.
Sé que has pasado por esas miradas lascivas. Por un silbido desde el fondo de la calle. Algún chiste sin gracia en el paso de peatones. Un grupo de chicos que pasan por tu lado y te sueltan sus comentarios subidos de tono.
Sé que rezas por llegar a casa sana y salva. Sin ningún percance por el camino, sin ningún obstáculo. Sé, mujer, que todos esos caminos se te hacen largos, oscuros e interminables. Y ellos, mientras, piensan que exageramos.
Y no es así. Todas y cada una de nosotras, todas las mujeres, no importa nuestra edad, nuestra forma de vestir, lo corta que llevemos la falda o el rojo del pintalabios; todas y cada una de nosotras nos merecemos volver a casa tranquilas.
Que no hay excusa que valga, que no hay provocaciones, lo único de lo que tenemos que hablar es de respeto. La verdadera valentía está en afrontarlo, en hablar de este tema incómodo, en enseñar al mundo que hay muchas formas de pasarlo mal. Está en comportarnos como debemos y en no olvidar que ella podría ser tu hermana, tu madre, tu amiga y se merece todo el respeto. Incluso tú.
Muchos lo entienden, ¿lo entiendes tú?
Gracias a: Un Rincón Maravilloso por compartirlo con todas nosotras.