Siempre hay alguien en la escuela o en la oficina que nos cae como una patada en el hígado, pero no vale la pena amargarse la vida por eso, mejor diviértete a costa suya y regálale una de estas tazas que te harán el día.
Has sido envenenada.
Shhh… casí… ahora quizá puedas hablar.
¡Pronto!
El que entendió, entendió.
Imagina su cara cuando se termine su café y vea un ojo en el fondo.
La taza que merece, ¿no lo crees?
No bueno, ésta es genial.
Esto es lo que me encantaría decirle, pero prefiero que la taza lo haga por mí.
Para insinuarle que es una forever alone.
“El café me hace hacer popó”.
Algo aún más explicito.
Un presagio que nadie quisiera tener.
Ésta es la cara que tienes todos los días.
Soy un imbécil.