Capítulo 10
Don Felipe
Cuando tenía 16 años, mi madre me forzó a hacer un servicio social con adultos mayores, mi tarea era impartir clases de computación todos los miércoles durante tres meses. La mayoría de mis “alumnos”, todos mayores de 60 años, nunca habían encendido una computadora en su vida, por lo que desarrollé muchísima paciencia durante ese tiempo. Al llegar al tema de las redes sociales, casi todos estaban fascinados con la idea de poder ver las fotos de sus hijos y saber lo que pensaban sus nietos, casi todos, menos uno.
Don Felipe tenía 68 años, era de Oaxaca y viudo, su hija se lo había traído a vivir a la ciudad hacía poco tiempo porque ya se le dificultaba mucho trabajar en el campo y porque sin su esposa, sólo comía quesadillas.
-Estas son puras pendejadas, mijo.- dijo Don Felipe señalando su nuevo perfil en Facebook.
-¿Por qué no le gustó Don Felipe? Mire, ya lo aceptaron dos de sus nietas y su hermana, la que vive en Querétaro ¿ya vio sus fotos?- dije intentando tranquilizarlo.
-Ya, pues ¿Por qué crees que digo que son puras pendejadas? Mira, mi nietecita, tiene 13 años y ya anda posando como si quisiera salir en la portada de Playboy.- dijo lleno de rabia.
-Ay Don Felipe, no está tan mal.- dije verdaderamente incómodo.
-Yo sé que mi nietecita no es la que está mal mijo, pero me da mucho coraje que la gente viva más por vanidad que por alegría ¿me explico? Pa´ que va a andar uno buscando la aprobación de otros si ya se tiene la de uno mismo ¿Cuántas de esas manitas…
-¿Likes?- lo interrumpí.
-Esas, ¿Cuántos likes necesito pa´ser buena persona o qué?- Don Felipe me había dejado perplejo con sus preguntas, tanto que solo pude tartamudear en respuesta.
-En mi opinión, estas cosas te han de dejar medio hueco del cerebro y yo pa´que quiero eso ¿Cómo le hago pa salirme?
…
Mi antigua habitación era como una máquina para viajar en el tiempo, bueno, solo al pasado. Sin importar a dónde volteara, cada cosa me traía diferentes recuerdos.
La cama me quedaba chica y todo estaba lleno de polvo pero mi madre se negó a dejarme regresar a Guadalajara esa noche por los peligros en la carretera y porque Júpiter seguía en Libra, por suerte había traído mi computadora conmigo y algunas cosas para estudiar. Mientras leía mis apuntes me llegó una solicitud de amistad en Facebook: “Camila Garza desea agregarte como amigo”, inmediatamente mi corazón dio un brinco y comenzó la mezcla de emociones: felicidad y estrés fueron las primeras en aparecer. Me empecé a preocupar por mis fotos y los likes en mi perfil cuando de repente, el recuerdo de Don Felipe me llegó como una cachetada, lo imaginé perfecto diciéndome que era un pendejo por buscar la aprobación de los demás antes que la mía y por andar de vanidoso. Me reí un poco, respire hondo y acepté su solicitud, ya mucho más tranquilo.
Pocos minutos después decidí escribirle para invitarla a salir el sábado, ya tenía una idea a cerca de la próxima canción y además, le prometí que la vería pronto.
Mitra Espinosa: ¡Hola Camila!
Camila Garza: Hola! Me la pasé padrísimo, muchas gracias
Mitra Espinosa: Jaja, yo también me la pasé muy bien. Oye ¿Qué te parece si nos vemos el Sábado?
Camila Garza: Mmm, el Sábado vienen mis papás de visita.
Mitra Espinosa: Uy, bueno, ¡será otro día!
Camila Garza: No, no jaja. Quería ver si querías ir a comer conmigo y mis papás.
Mitra Espinosa: Órale, Claro que sí, yo te hablo el viernes para confirmar ¿va?
Camila Garza: ¡Va!
Me senté en la cama sintiendo que mi corazón estaba por salirse de mi pecho, no había vuelta atrás, iba a conocer a los padres de Camila el próximo sábado.
Alejandra Hernández Aguirre
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