Todas las mujeres tenemos una extraña y un tanto destructiva relación con nuestro cabello. Lo amamos, lo odiamos, nos aburre, nos fastidia, queremos un cambio y después queremos regresar al mismo look.
Osea una historia de nunca acabar. Y esto, es en resumidas cuentas lo que pasa en nuestra cabeza cuando decidimos cortarlo para cambiar de look.
Ok, todo comienza con una maldita idea creada por el ocio. De pronto a nuestra mente viene la idea de que necesitamos un cambio pues ya parecemos retrato ¿Y que hacemos? vamos directo al salón a cortarlos por completo.
Ahí no comienza el problema, pues siempre salimos felices con nuestro nuevo corte, pues lo han peinado tan hermoso que nos vemos despampanantes.
El verdadero drama comienza cuando tienes que bañarte, primero vendrá el miedo al usar el shampoo y sentir que te han dejado pelona.
Pero lo peor no ha sucedido, lo realmente aterrador se presenta cuando quieres peinarlo y no te queda como cuando te peinaron en el salón. Entonces ves la realidad de tu nuevo corte de cabello ¡te ves horrible!
No importa lo que hagas jamás te volverás a ver como la primera vez. Después de llorar, enojarte y enviarle toda tu mala vibra a la estilista viene la resignación.
Te miras al espejo y te ves completamente distinta, como si el espejo te estuviera jugando una mala broma, después de algunos días comienzas a acostumbrarte y le empiezas a agarrar el gusto.
Pero eso sólo es un espejismo pues dentro de ti sólo deseas que crezca lo más pronto posible, usas extensiones, gorras, peinados raros, tratamientos etc.
Cuando por fin esta creciendo llega un momento de paz en donde haces las pases con tu cabellera, crees que es el mejor look que has tenido en la vida, la felicidad y el canto de las aves regresa a tu vida.
Pero si crees que la historia termina aquí estás muy equivocada, pues el cabello sigue creciendo y entonces llega a un punto en el que te aburres nuevamente y el ciclo comienza de nuevo.