¡Hola chicas! Tengo 26 años y llevo los dos últimos años dando clases en una escuela particular de la Ciudad de México. Por obvias razones no daré mi nombre ni el lugar en donde trabajo (si es que quiero seguir conservando mi empleo) pero lo que sí les puedo decir, es que hoy les confesaré de manera muy sincera y peculiar algunas experiencias que vivimos muchos maestros.
¡Shhh, es secreto!
A veces dan ganas de golpear a los alumnos…
Principalmente cuando sé que a mí y a otros maestros nos ponen apodos ofensivos y ellos creen que no lo sabemos. Lástima que no puedo darles un puñetazo en la cara… Ganas no me faltan.
Pensar constantemente: “Lástima que la mayoría de las alumnas se embarazará antes de sus 18 años”
Es realmente triste que aunque uno las aconseje sobre cuidarse si tienen relaciones, ellas no hagan caso y terminen embarazadas antes de ser tan siquiera mayores de edad.
Mandar a llamar a los padres de un alumno y darte cuenta por qué su hijo es tan estúpido
No es que sea cruel, pero hay veces que los padres de los niños piensan menos que un pistache. Es justo ahí cuando nos damos cuenta por qué el adolescente es tan tonto, inepto e incompetente.
Ese momento en el que una alumno te hace propuestas indecorosas
No sé qué les sucede a los adolescentes de hoy en día, ¡pero literal te hacen propuestas directas sobre pasar un rato con ellos! Lo único que me provocan es ternura y ganas de darles un zape en la cabeza para que se les quite lo calenturientos.
Llegar desvelada y hasta un poco alcoholizada pero saber fingir muy bien
Hubo un día en el que salí en domingo de fiesta y equivocadamente creí que al día siguiente no se tenía que trabajar por ser día festivo, ¡vaya error!
Lo único que recuerdo es que llegué al colegio con lentes diciendo que por la mañana me había dado una infección en los ojos y por supuesto… apestando a chicles de menta. Afortunadamente creo nadie se dió cuenta de lo que sucedió.
Salir a escondidas con el papá de un alumno(a)
Los alumnos jamás se enteran, pero sí sucede… y más de lo que se imaginan.
Ese incómodo momento cuando sorprendes a un par de novios encerrados en un salón…
¿No pueden esperarse para irse a sus casas, parque o qué sé yo y ahí besuquearse? Lo que suceda fuera del colegio ya no es problema mío. En lo personal me incomoda el hecho de interrumpir y de tener que hacerles pasar un bochornoso momento, ¿yo qué culpa tengo?
Reprobar a un alumno sólo porque te cae mal o para vengarte por el cómo se comporta con sus compañeros
Lo he hecho más de una vez… y no me da remordimiento. Muchos de los que he reprobado han sido adolescentes que bullean a otros compañeros, así que se lo merecen. Lo mejor de todo es cuando al final del curso van llorando a pedirme que los ayude (obviamente no lo hago).
Odiarnos entre maestros
Si se lo preguntaban, ¡sí! Entre las mismas maestras nos odiamos, pero siempre debemos fingir y aparentar que llevamos una relación muy cordial entre todas nosotras. Normalmente el más odiado siempre es el director.
Nos sentimos frustrados cuando les preguntamos si entendieron y nos dicen que “sí”
¿La razón? Sabemos que el 90% de la clase no entendió y lo único que desean es que termine la clase para poderse ir a sus casas y pasar toda la tarde viendo Acapulco Shore.
Sobre recibir sobornos
No entiendo por qué la mayoría de alumnos da botellas de alcohol como sobornos para pasar una materia. Todavía si me dieran un paquete de cosméticos Dior o una colección de lipsticks de MAC, podría considerarlo (jaja)… ¡No es cierto!