Octubre y noviembre no solo significan pan de muerto con chocolatito caliente, también son los días en los que las almas regresan a visitarnos. Y sí, hay todo un calendario (como agenda VIP) para recordar a los que ya se nos adelantaron. Te lo cuento para que sepas qué poner y cuándo.
27 de octubre: las mascotas
Aunque no aparece en los calendarios más tradicionales, cada vez más familias dedican un espacio en el altar para sus lomitos, michis o animalitos que ya partieron, como un gesto de amor para esos compañeros que nos dieron alegría y que también merecen su veladora, agua y hasta su croqueta favorita.
28 de octubre: las almas solitarias
Se prende la primera vela y se coloca una flor blanca. Es como abrir la puerta para recibir a las ánimas solas que no tienen quién les rece.
29 de octubre: los olvidados
Aquí toca encender otra vela y poner un vaso con agua, dedicado a los difuntos olvidados o desamparados. Es como decirles: “tranqui, yo sí me acuerdo de ti”.
30 de octubre: los que se fueron antes de tiempo
Este día es para las personas que murieron en accidentes o sin poder comer. Se pone otra vela, un vaso de agua y un pan blanco.
31 de octubre: nuestros ancestros
Se prende otra vela, se coloca agua, pan blanco y fruta. Este día está dedicado a nuestros antepasados, a esas raíces que nos trajeron hasta aquí.
1 de noviembre: los niños
Día de Todos los Santos. Aquí llegan las almas de los peques que se fueron antes de tiempo. Este día, el altar se llena de comida, dulces y juguetes.
2 de noviembre: los adultos
El Día de los Fieles Difuntos. Llegan las almas de los grandes a disfrutar la ofrenda. Básicamente es el día más fuerte del ritual.
3 de noviembre: la despedida
Se prende la última vela blanca. Es el momento de agradecer, despedir a los que vinieron y recoger la ofrenda.
Más allá de las flores de cempasúchil y las calaveritas de azúcar, estos días son un recordatorio de que fallecer no es final, sino una pausa para reencontrarnos con quienes amamos. Y aunque sea con un pan, una vela o un vaso de agua, cada detalle cuenta como un “te extraño” que viaja directo al cielo.