No subestimes el poder de un buen color: es la diferencia entre “QUE TE PASO!???” y “wow, ¿qué te hiciste?”.
Por eso aquí te dejo la guía definitiva para no arruinar tu cara con un tono que solo tu peor enemiga recomendaría.
Piel clara estilo “blanco fantasma”
Si te bronceas, pareces camarón; si no, pareces hoja de papel. Los tonos que te salvan son rubios fríos, castaños cenizos y pelirrojos suaves. Te iluminan sin hacerte parecer un foco fundido.
Piel clara pero con subtono cálido
Eres blanca, pero con un glow natural que ni el filtro Paris. Te van los rubios miel, dorados, caramelos y cobrizos. Básicamente, todo lo que parezca sacado de una publicidad de shampoo tropical.
Piel media estilo “latina genérica”
Ni tan blanca ni tan morena: la bendición del punto medio. Los castaños medios, chocolates, avellanas y mechas balayage te hacen ver como que tienes la vida resuelta (aunque no).
Piel trigueña con subtono dorado
La luz del sol te ama y tú a ella. Castaños cálidos, chocolates oscuros, negros con reflejos caoba… vas a brillar como protagonista de novela mexicana.
Piel morena profunda
Eres diosa, pero con cabello incorrecto puedes pasar a background character. El negro azabache, borgoña, ciruela o rubio miel oscuro son tus armas secretas.
Piel oliva (la que nunca sabe si es fría o cálida)
Te queda bien todo lo que tenga balance: castaños neutros, rubios beige, o balayage mezclando fríos y cálidos. Eres el camaleón del salón de belleza.
Tu piel ya es perfecta, el color solo es la cereza del pastel. Elige bien y verás cómo pasas de “me hice algo raro” a “OMG, ¿por qué no me veía así desde siempre?”.