Hay cosas que no decimos en voz alta. Cosas que guardamos en el rincón más profundo de nuestro corazón, que preferimos mantener en silencio, no porque sean malas, sino porque son tan nuestras, tan íntimas, que no queremos compartirlas ni con nuestras amigas más cercanas. Esas pequeñas verdades sobre nuestra pareja, esas dudas y esos miedos que a veces nos susurran al oído, pero que preferimos callar.
Uno de esos secretos, quizá el más común, es el miedo a no ser suficientes. A veces, cuando estamos con nuestra pareja, aunque nos demuestre su amor de todas las maneras posibles, en el fondo nos preguntamos si somos lo que realmente necesita. ¿Soy lo suficientemente hermosa, inteligente, divertida para él? Es un pensamiento que se cuela en los momentos más inesperados, cuando lo ves reír con alguien más o cuando simplemente está en silencio, perdido en sus pensamientos. Es esa inseguridad que nunca le contarías a nadie, porque te asusta que, al decirlo, se haga realidad.
Otra de esas cosas que no decimos es la necesidad de sentirnos valoradas por las pequeñas cosas. Es bonito cuando te sorprende con un regalo o te lleva a cenar, pero lo que realmente toca el corazón son esos pequeños gestos que parecen invisibles para el mundo. Cuando te deja la taza de café justo como te gusta, o cuando te manda un mensaje preguntando cómo va tu día. A veces, sentimos que esas pequeñas atenciones pasan desapercibidas, que se pierden en la rutina, y deseamos que, de alguna manera, él pudiera ver cuánto valoramos esos momentos, aunque nunca lo decimos.
Y está también el miedo al cambio. En algún rincón de nuestro ser, muchas nos preguntamos si el amor cambiará con el tiempo, si esa chispa que sentimos ahora seguirá brillando dentro de cinco, diez o veinte años. Es un temor que guardamos en secreto, porque hablar de ello suena a dudar del amor, y no queremos eso. Pero en las noches más silenciosas, cuando estamos solas con nuestros pensamientos, esa pregunta a veces aparece: ¿y si algún día ya no nos miramos de la misma manera?
También está ese sentimiento de querer ser necesitadas. No en un sentido de dependencia, sino en el deseo de saber que somos parte esencial de la vida de nuestra pareja. Queremos sentir que nuestra presencia hace la diferencia, que somos su refugio en los días difíciles y su alegría en los momentos felices. Es una necesidad que pocas veces expresamos, porque nos enseñan a ser independientes y a no necesitar de nadie. Pero en el fondo, todas queremos ser esa persona a la que nuestra pareja busca cuando el mundo se pone difícil.
Finalmente, hay algo que muchas veces no decimos, pero que es tan real como cualquier otro pensamiento: el miedo a perder lo que tenemos. No es que lo estemos esperando, pero a veces el simple hecho de que todo vaya tan bien nos hace pensar en lo frágil que puede ser la felicidad. No lo hablamos, porque no queremos sonar pesimistas, pero ahí está, como un pequeño recordatorio de que debemos cuidar lo que tenemos, porque el amor es precioso y, como todo lo valioso, requiere ser cuidado día a día.
Al final, estas son cosas que muchas de nosotras sentimos, pero que no siempre compartimos. Y está bien. No todo tiene que ser dicho en voz alta. Pero es importante recordar que no estamos solas en estos pensamientos. Todas, en algún momento, hemos tenido esas dudas, esos miedos y esas pequeñas inseguridades. Y eso no nos hace débiles, sino humanas.
Así que, si alguna vez te has sentido así, recuerda que es normal. Que no eres la única. Y que, aunque no siempre lo digas, esos sentimientos forman parte de la hermosa complejidad de ser mujer y de amar a alguien.