Quién soy yo para decirte nada. Qué sabrás tú, pensarás. Pues sí, lo sé. Lo sé porque he estado en tu piel. Lo sé porque he vivido esto, porque sé lo que es no saber. No tener ni la más remota idea de por qué.
Quiero decirte que como un abuelo no hay nada. Que te da cosas que ni tú sabías que existían. Que te llenan de fuerza cuando las tuyas flaquean, y te coge de la mano para llevarte lejos. Y para levantarte. Pero también quiero que sepas que llega un momento en la vida en el que tienen que coger la maleta e irse, no sabemos dónde, no sabemos si a un sitio mejor o peor, pero se van. Y es entonces cuando se queda una huella muy grande aquí, que ya no puede borrarla nadie.
Quiero que te sientes y empieces a contarme cada uno de los momentos vividos. Que no dejes ninguno por el camino, que sé que te los sabes todos. Porque cada uno de ellos te sacan una sonrisa. Porque él era así, con todos. Que me cuentes cada broma, cada paseo que disteis de la mano, cada chalaura, cada beso, cada risa… Que no te dejes nada.
Quiero que mires tu cara cuando lo cuentas. Que veas tu sonrisa, tu mirada. Y pienses que si eso ocurre, es porque él lo hizo bien. Porque no desaprovechó ni un segundo, porque era bueno con cada persona que se cruzaba por el camino.
Quédate con eso, cariño, que es lo que vale. Llora todo lo que quieras, desahógate y llénate de rabia. Porque es normal, porque esta vida es muy injusta y hay cosas que no se pueden solucionar. Pero después levanta la cabeza y sonríe, porque hay personas que siempre se quedan aunque ya no estén. Y que nos dejan con recuerdos que no los borrará nadie. Ni siquiera el tiempo.
Los abuelos deberían estar siempre a nuestro lado y de una forma u otra lo están. Aunque no los veamos.
Levanta la cabeza y mira al cielo, esa estrella que brilla es él, para acompañarte cada día. Así que, sonríe. Por ti y por él.
Gracias a: Un Rincón Maravilloso