En un mundo ideal andaría sin bra por la vida. No me gustan, no los tolero y las razones son sencillas…
Seguramente te han sucedido la gran mayoría de ellas.
Esa vez cuando tu bra intentó perforarte el corazón o los pulmones en el momento menos esperado.
Ese día en el que un bra se hizo pasar por uno de tu talla, pero al llegar a casa ¡Oh sorpresa! Te das cuenta que en realidad es más chico.
Cuando con toda la actitud fuiste a hacer ejercicio, pero al regresar notaste que tu brasier te había dejado una molesta herida.
Las chicas con busto grande me entenderán.
Aquella ocasión cuando te quedaste dormida bajo el Sol y no te desamarraste tu bikini.
¡Argh! Odio cuando te lo quitas y sientes esa sensación de dolor-comezón-ardor que no se te quita con nada por culpa de haber usado el brasier desde las 7 am hasta las 11 pm.
Si me pagaran por cada vez que mi cabello se ha quedado atorado aquí, sería millonaria.
Sabes que has cometido un error cuando decides meter todos tus bras de una sola vez a la lavadora. Intentar deshacer ese nudo te toma años.
Cuando una costura no está bien hecha y constantemente te pica.
Y en caso de no tener mucho busto, saber que lo usas a diario solamente como cubre pezones.
Y por supuesto, cómo olvidar aquel día que se te rompió o desabrochó sin previo aviso y en el momento menos deseado.