Yo soy una de esas chicas que hasta hace poco se dieron cuenta que estaba más cegatona que un murciélago, y déjenme decirles que no es una tarea fácil. Estoy segura que muchas de ustedes (si es que están igual que yo) entenderán lo que es vivir todas estas situaciones. Ya hasta mejor nos reímos de ellas.
– Odias ir a comprar unos nuevos lentes, ya que el examen es odioso y nunca sabes si ves mejor o peor cuando te ponen ese aparato similar a un Transformer en tus ojos.
– Cuando ligas con alguien y no traes lentes, esperas que al ponértelos no cambie mucho. ¡Es la verdad! Jajaja
– No has sentido peor miedo que ese día que te sentaste en ellos y te levantaste lentamente esperando que no estuvieran rotos.
– Cuando estás esperando tu transporte público tienes qué adivinar si es el correcto.
– Ver películas en 3D simplemente no es una opción para ti.
– Te da envidia de la mala cuando una amiga alcanza a leer algo sin lentes y tú ni con ellos puestos puedes ver.
– Para las que usan lentes de contacto: Aún recuerdas el terrible miedo que te dio la primera vez que los pusiste en tus ojos.
– Jamás te habías dado cuenta lo ciega que estabas hasta que usaste lentes por primera vez. El mundo después de ellos tomó un nuevo color y sientes que ves todo en súper Ultra HD.
– Por alguna extraña razón tus amigos siempre te pedirán probarse tus lentes y te dirán “Estás bien ciega”.
– Si tienes automóvil y vas a manejar, lo mejor que puedes hacer es abrocharte el cinturón y persignarte para no cometer un accidente.
– Despertar después de haberte quedado dormida sin querer con tus lentes de contacto puestos, es como conocer el mismo infierno en persona. El ardor te hace creer que tendrás que vivir con un perro lazarillo de por vida.
– Ruegas a Quetzalcoatl que cuando vas por la calle no comience a llover, ya que si esto sucede tendrás 2 opciones: Refugiarte en el OXXO más cercano o jugarte la vida caminando con los lentes llenos de agua.