También he medido cuánto gastar según el papel que esa mujer tiene en mi vida y aunque suene cruel, es lo que muchos hacen. Solo que no todos lo confiesan.
A la amante: lo bonito, pero nunca lo comprometedor
Todo lo que no deja rastro. Lo que parece lindo, pero es descartable, perfume barato, cena discreta, detalles exprés.
Nada que se suba a Instagram. Nada que tu novia pueda notar.
Y si se encariña, se acabó el encanto. La amante siempre recibe regalos de “me gustas, pero hasta aquí”.
A la del proceso: lo suficiente para que no se te vaya
Esta es la etapa donde tanteas. Donde no estás seguro, pero algo te atrae.
Aquí sí sueltas un poco más: la llevas a comer bien, le regalas algo que parezca pensado, le mandas flores de vez en cuando.
No porque la ames… sino porque no quieres que se canse antes de que tú decidas.
A la oficial: el regalo con historia
Aquí sí se invierte. No por presión, sino por presencia.
Porque ella está en las fotos familiares, en el grupo con tu mamá, en tus días malos, en tus planes grandes.
Y eso se traduce en regalos que tienen peso: el viaje que planeaste semanas, el collar que sí costó lo que no dices, la carta escrita a mano. Porque con ella no hay riesgo… hay compromiso.
Y sí, puede doler leer esto
Pero si alguna vez te diste cuenta de que a ti solo te tocaban regalos prácticos, genéricos, de “último minuto”…
es muy probable que no eras la oficial.
Tal vez fuiste la emoción, el escape, la etapa.
Pero no fuiste el hogar.