Serendipia | Capítulo 9: La felicidad asusta

Capítulo 9

La felicidad asusta

Mi padre solía escuchar una canción llamada “Tan perfecto que asusta” de Callejeros. La escuchaba entre tragos de whisky y humo de cigarro en la sala de mi casa, con la mirada llena de melancolía. De vez en cuando, se le llenaban los ojos de lágrimas mientras cantaba el coro; el cual, para mí, carecía de sentido.
Mientras conducía, regresando de casa de Camila, no dejaba de tocarme los labios y sonreír. La felicidad me llenó de una manera tan abrumadora que comencé a sentir miedo y en ese momento lo comprendí todo. Una viva imagen de mi padre inundó mi imaginación y sentí la necesidad de escuchar la canción que tanto le gustaba. A pesar de nunca haber comprendido la letra, me la sabía de memoria y al llegar al coro, justo como mi padre, se me llenaron los ojos de lágrimas.

“Es tan perfecto que asusta, porque
Nunca es justa la felicidad
Saber elegir lo que cuesta más
No, no cualquiera suma sin restar”

Volteé por el espejo retrovisor para cerciorarme de que no viniera nadie y giré el volante con todas mis fuerzas, tomé el freno de mano y junto con el rechinido de las llantas di vuelta en U acelerando a toda velocidad hacia el lado opuesto, hacia la casa de mi madre.

Llegue a Colima una hora y media después, eran las 7 de la noche y apenas empezaba a oscurecer. Bajé del coche y pude admirar de cerca la casa de mi infancia. Todo estaba igual: a un lado de la puerta se encontraba una pequeña mancha de sangre, que alguna vez dejé ahí, involuntariamente, al estamparme contra la pared; el techo rojo medio despintado y el jardín lleno de flores. Todo estaba igual, pero todo se sentía distinto, supongo que el que había cambiado era yo.

Toqué el timbre y salió mi madre sorprendida. -¡¿Mitra?! ¿Está todo bien hijo?

-Pues… no tanto.- dije dejándome caer en sus brazos.
-¿Qué pasa, mi vida?- dijo asustada.
-Viv ¿Papá se suicidó por mi culpa?- dije conteniendo las lágrimas.
-Ay mi amor, entra y siéntate. Jeff no ha llegado.- Mi madre me dirigió al sillón, que seguía siendo el mismo de siempre, y se sentó a un lado mío. Después comenzó a acariciar mi cabeza con ternura, como si tuviera 6 años otra vez.
-¿Cómo se te ocurre decir algo así? Eras la luz de tu papá, mi vida. Le regalaste una infinidad de alegrías.
-No las suficientes.
-¡Mitra! No voy a permitir que niegues un pasado lleno de amor por un recuerdo. Tenías 10 años hijo, y lo único que le diste a tu padre fue felicidad. Lo que sucedió fue una tragedia que sufrimos todos, especialmente tú y yo…- mi madre ya no pudo continuar la oración debido a que las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
-Entonces ¿Por qué? – dije.
-Amor, tu papá… estaba enfermo. Yo pasé muchos años culpándome al respecto pero no se puede vivir así ¿Recuerdas cómo estaba?
-Hinchada.- dije sin pensar y ambos reímos un poco.
-Sí.- dijo mi madre entre suspiros.- ven, tengo algo para mostrarte.

Mi madre me llevó al televisor y comenzó a buscar algo entre los DVD´s.

-Hice esto hace algunos años, te lo iba a enseñar pero… pensé que te pondrías triste.- Enseguida, cogió el control del televisor y la pantalla se encendió.

El video tenía la misma canción de fondo, aquella que yo había estado escuchando hace menos de dos horas. Comenzó mostrando a mi madre pujando, fuertemente agarrada de una alberca inflable mientras mi papá le decía cosas al oído, ambos reían y lloraban entre cada pujido hasta que nací; nuestras primeras vacaciones en la playa, mis primeros pasos, aquella vez que mi madre vomitó tras subirse a una montaña rusa, mi padre y yo jugando baseball, mi madre plantando lirios en el jardín mientras mi padre le robaba su sombrero, mi padre y yo pescando a escondidas de mi madre; una infinidad de momentos inolvidables. Mientras lo veía no podía dejar de sonreír; mi madre tenía razón, había estado negando un pasado lleno de alegría por un solo recuerdo. Al terminar el video volteé a ver a mi madre que estaba hecha un rió de lágrimas.

-Te quiero Viv, gracias por esto.- le dije mientras limpiaba alguna de sus lágrimas con mis dedos.
-¿Ves cómo es obvio que le dimos a tu padre los mejores años de su vida?
-Sí, y él nos dio los nuestros.- dije repasando las imágenes en el video.
-Tal vez los míos amor, pero a ti te falta mucho por vivir. Aunque tal vez ya encontraste con quien quieres vivir lo que falte ¿o no?- dijo mi madre con una mirada bastante pícara.

Sentí como mis cachetes se iban tornando cada vez más rojos.- Déjame vivir, Viv.- dije mientras le daba un golpecito en el brazo.

-Ya me enteré que ella es Virgo y eso, mi vida, no es coincidencia.- dijo mi madre entre risas.

 

Alejandra Hernández Aguirre
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